África Subsahariana

Leer más sobre el trabajo de promoción basado en datos del socio de EM2030, FEMNET, y sobre el desempeño de la región subsahariana en el Índice de Género de los ODS.

Partenaire de la coalición EM2030 en África subsahariana, FEMNET vise à construir un movimiento de mujeres sólidas para la igualdad de géneros en África en desarrollo de una red de militantes sociales y de dirigentes.


Leer más sobre el trabajo de promoción basado en datos de FEMNET.

Sobre la igualdad de género en el África subsahariana:

Puntaje del índice en 2020: 52,0

Puntaje del índice en 2015: 49,8

Estado: “Algún progreso” desde 2015 y puntaje general “muy bajo”

Resultados

África Subsahariana ha registrado “algún progreso” en su puntaje general del Índice de Género de los ODS, pero los 52 puntos que la región obtuvo en 2020 siguen siendo un puntaje “muy bajo”. El índice brinda información sobre 36 países y abarca el 96% de las niñas y mujeres de África Subsahariana en 2020.

En cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), África Subsahariana obtuvo el mayor puntaje en el ODS 8 de trabajo, con 67 puntos, y el ODS 11de ciudades sostenibles, con 60 puntos. El ODS 5 de igualdad de género ha tenido “algún progreso”, como lo indica el aumento de 3 puntos entre 2015 y 2020, cuya mejora se dio especialmente en la mayor proporción de mujeres en cargos ministeriales (indicador 5.5). En 2020, tanto Mozambique como Ruanda y Sudáfrica obtuvieron 90 puntos o más (“muy bueno”) para este indicador.

Muchos países de la región obtuvieron puntajes “muy buenos” con bajas tasas de gasto militar como porcentaje de su producto interno bruto (PIB) (indicador 17.1) y, de este modo, superaron a los países en los puestos más altos, como Dinamarca, Noruega y Nueva Zelanda. Del mismo modo, África Subsahariana ocupa el segundo puesto en cuanto a percepción de las mujeres de las políticas medioambientales (indicador 13.2) solo detrás de Asia y el Pacífico; no obstante, con 54 puntos en 2020, su desempeño se sigue considerando “muy bajo”.

En cuanto al ODS 1 de pobreza no ha habido “ningún progreso” y la región conserva un puntaje general de 58 puntos (“muy bajo”) desde 2015. Con solo 32 puntos, el promedio regional sobre la percepción de las mujeres sobre ingresos del hogar (indicador 1.4) es llamativamente bajo, y solo Malí, Mauricio y Tanzania obtuvieron 50 puntos o más para este indicador en 2020.

Con un puntaje de 47 puntos, África Subsahariana tampoco ha registrado “ningún progreso” en el ODS 10 de desigualdades. Solo 12 países obtuvieron 50 puntos o más en relación con leyes sobre la diversidad de género (indicador 10.5) en 2020, mientras que ocho obtuvieron menos de diez puntos; Sudáfrica es un caso aparte, ya que obtuvo 92 puntos.

Si observamos el desempeño general de los países, ha habido un progreso variado desde 2015 en el caso de los tres países con mayor puntaje de la región: Mauricio y Sudáfrica han tenido “algún progreso”, mientras que Namibia no ha tenido “ningún progreso”. En cuanto a los países que obtuvieron el menor puntaje, la República Democrática del Congo ha logrado un “progreso rápido”; Níger, “algún progreso” y Chad, “ningún progreso”. Los países que enfrentan los mayores cambios en los puntajes del índice son Benín, que registra un aumento de 9 puntos, Senegal, con un aumento de 5 puntos, y Tanzania, con 4.

Reflexiones del African Women’s Development and Communication Network (FEMNET)

El Índice de Género de los ODS de 2022 muestra un aumento de 2,2 puntos en el puntaje para la región de África Subsahariana entre 2015 y 2020, lo que representa 52 puntos en general. Si bien es leve, esta mejora en igualdad de género es muy valorada, especialmente en el contexto de la inestabilidad política que se vive en países como Etiopía y Malí, la oposición coordinada y dotada de recursos contra el desarrollo progresivo, la reacción negativa sobre asuntos como salud y derechos sexuales y reproductivos y la contracción del espacio cívico.

Trece países del continente no están incluidos en el índice, lo que refleja las constantes brechas de datos de género que pueden contribuir a la falta de rendición de cuentas. Incluso en los países incluidos en el índice y que muestran progreso, las brechas de datos de género pueden esconder grandes disparidades dentro de un país. Por ejemplo, los grandes avances en la República Democrática del Congo no eliminan las marcadas y continuas desigualdades. Si bien la Constitución establece una base legal de igualdad y equidad, la representación de mujeres en puestos de liderazgo y toma de decisiones continúa en niveles inaceptables, mientras que la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo muy alta. De modo similar, en Malí sigue habiendo datos escasos sobre asuntos clave de liderazgo de las mujeres en procesos de establecimiento de la paz en zonas afectadas por conflictos.

En Tanzania, el espacio reservado para la sociedad civil sigue menguando y es un problema que se debe tratar para poder ver un cambio sostenible y un impulso constante en la mejora de 4 puntos que ha obtenido en el índice desde 2015. Dada la relativa seguridad y la mayor cantidad de movimientos de la sociedad civil y de derechos de las mujeres y de la juventud en muchas partes del continente, las ínfimas mejoras en los puntajes de países como Kenia reflejan las barreras que plantean las normas y creencias culturales para alcanzar la igualdad de género. Esto se manifiesta claramente en todo África Subsahariana, donde la mayoría de los países tiene un “progreso lento” e incluso un avance en la “dirección equivocada” en cuanto a igualdad de género, como ocurre con Nigeria, Mauritania y Zimbabue.

Si el continente quiere acelerar el progreso hacia la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, es preciso contar, al menos, con un punto de vista feminista e inclusivo para elaborar leyes y políticas. Esto requiere analizar normas y creencias culturales, abordar cuestiones de poder y toma de decisiones, así como controlar los activos y recursos. Es necesario tomar medidas osadas para enfrentar el patriarcado y otros sistemas de opresión como el capitalismo y el neocolonialismo, aplicar una perspectiva interseccional a las políticas y prácticas del gobierno y reconocer las diversas formas de discriminación que interactúan y dan lugar a formas específicas de desigualdad y exclusión, dirigidas especialmente a las mujeres y niñas.