Contar a las mujeres, contar el progreso: Por qué los datos de géneros son decisivos para los ODS
UNGA 80, quedan cinco años
Mientras las autoridades del mundo se reúnen para la 80.a Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA 80) este septiembre, la comunidad global marca los diez años desde la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este, que debería ser de celebración, es en cambio un momento de ajuste de cuentas. Con solo cinco años por delante para cumplir con la Agenda 2030, el progreso está muy fuera de curso: se estima que para la fecha límite establecida se logrará menos del 20 % de las metas de los ODS.
La inacción en materia de igualdad de género está impidiendo el progreso. Nuestra investigación muestra que el 74 % las metas de los ODS no se lograrán sin igualdad de género; sin embargo, el 40 % de los países están estancados o incluso retrocediendo en cuanto a los derechos de las mujeres.
El progreso depende de la medición. Contar con datos de género desagregados, inclusivos y oportunos es esencial para concretar la promesa central de los ODS de no dejar a nadie atrás. Los últimos años muestran que, cuando se hacen inversiones, hay progreso; y esto es alentador. Ahora, más países recolectan datos sobre la fuerza laboral que reflejan mejor la participación de las mujeres en el trabajo pago y no pago; las encuestas sobre el uso del tiempo están cada vez más difundidas; y se ha ampliado la cobertura de los marcos legales relacionados con la igualdad de género. Estos logros prueban que el progreso es posible, pero siguen siendo la excepción y no la norma. Al traspasar el umbral de los dos tercios hacia el 2030, la falta de datos de género integrales y oportunos sigue siendo una de las mayores barreras para la concreción de los ODS.
Medir la desigualdad: un argumento en favor de los datos desagregados
Ha habido algún avance en cuanto a desagregar datos. Desde 2019, el 61 % de los países han hecho un “progreso rápido” en pos de la producción de estadísticas más desagregadas (medido por el indicador 17.18.1 de los ODS). Pero estos logros son desparejos. La Brújula de Datos de Género de Open Data Watch muestra que los presupuestos nacionales para datos siguen siendo bajos, que persiste la escasez de capacidad y que en muchos casos el financiamiento ha bajado desde la pandemia. Cabe destacar que el “progreso” en este indicador de los ODS se mide por la capacidad de un país de elaborar datos desagregados en función de múltiples características, pero en la práctica la mayoría de los países se quedan en la desagregación más simple: por sexo.
Los promedios nacionales con frecuencia son engañosos. Los datos desagregados, desglosados por género, edad, discapacidad, ubicación geográfica y riqueza, revelan desigualdades que, de otra manera, permanecen invisibles. El Índice de Género de los ODS ilustra esto muy claramente en Uganda. En el cuadro general para educación en 2019, el 68 % de las niñas participaron en la educación preprimaria, el año anterior a iniciar la escuela primaria, en comparación con el 75 % de los niños. No obstante, cuando se desagregan los datos por la riqueza del hogar, surge una imagen diferente: entre las familias más pobres, solo el 20 % de las niñas asistieron a la educación preprimaria, en comparación con el 60 % de los niños.

Sin datos desagregados, estas niñas siguen sin ser vistas. Las políticas educativas corren el riesgo de estar diseñadas para una “niñez promedio” que realmente refleja solo a quienes tienen menos desventajas. Lo que aparece como progreso a nivel nacional enmascara la incapacidad de llegar precisamente a las niñeces que los ODS prometieron priorizar.
Por ende, los datos desagregados no son un aspecto técnico: tienen que ver con el poder. Determinan la vida de quiénes es visible, las luchas de quiénes se reconoce y las necesidades de quiénes dan forma a las políticas. Tal como sostiene Equal Measures 2030, promover el feminismo de datos implica desafiar los desequilibrios de poder insertos en qué se mide, quién recoge los datos y cómo se usan. Si no cambiamos esta dinámica, los ODS corren el riesgo de reproducir las mismas desigualdades que deben eliminar.
La importancia de los datos generados por la ciudadanía en un sistema global frágil
Según el Panorama de Género 2025 de ONU Mujeres., la disponibilidad de datos sobre los indicadores del ODS 5 ha mejorado hasta un 57,4 %. Si bien es un logro, esto quiere decir que aún falta un 43 % de los datos necesarios para rastrear la igualdad de género. En la Agenda 2030, casi el 70 % de los indicadores de los ODS ahora tienen una cobertura general buena. No obstante, la cobertura para objetivos como el ODS 5 (Igualdad de género), el ODS 11 (Ciudades sostenibles), el ODS 13 (Acción por el clima) y el ODS 16 (Paz, justicia e instituciones sólidas) aún está por debajo del 30 % de acuerdo con la División de Estadísticas de las Naciones Unidas. Estas brechas dejan puntos ciegos críticos para el monitoreo del progreso y el diseño de políticas basadas en evidencias a medida que nos acercamos al 2030.
El desafío no es solo técnico, sino político. El cierre del Programa de Encuestas Demográficas y de Salud (DHS) a principios de 2025 asestó un gran golpe a los datos de género globales. Durante casi cuatro décadas, el DHS fue un pilar de las estadísticas de salud y género, que cubría más de 90 países y nutría de información a las decisiones sobre planeamiento familiar, salud materna y prevención del VIH. Desde 2015, el DHS proporcionó el 70 % de los puntos de datos globales sobre uso de anticonceptivos (ODS 5.6.1) y experiencias de violencia sexual (ODS 16.2.3), y más del 50 % de los datos sobre mutilación genital femenina (ODS 5.3.2). La cancelación del programa refleja no solo la falta de financiamiento, sino también una reducción del espacio cívico y un creciente malestar político con respecto a los datos creíbles e independientes que pueden exponer la desigualdad o desafiar las narrativas oficiales.
La situación empeoró con la cancelación del Programa de Encuestas Demográficas y de Salud (DHS) a principios de 2025. Durante casi cuatro décadas, el DHS fue un pilar de los datos globales de salud y género, que cubría más de 90 países y nutría de información a las decisiones críticas sobre planeamiento familiar, salud materna y prevención del VIH. Su cierre representa más que un revés técnico: refleja la reducción del espacio cívico y el creciente malestar de los Gobiernos con respecto a los datos creíbles e independientes que pueden exponer la desigualdad o desafiar las narrativas oficiales.
No obstante, al mismo tiempo, los movimientos de base están demostrando que se pueden lograr sistemas de datos innovadores e inclusivos. En Kenia, GROOTS Kenya, una coalición de más de 2500 grupos comunitarios liderados por mujeres, logró que la Oficina Nacional de Estadísticas integrara sus datos generados por la ciudadanía en el Índice de Empoderamiento de las Mujeres y en los Perfiles de Pobreza de los Condados. Este reconocimiento cambió la dinámica de poder. Las mujeres en las bases ya no eran simplemente usuarias de datos, sino productoras de datos que aportaban evidencias que transformaban la política nacional.
El contraste es claro. Mientras los sistemas globales están bajo amenaza, los datos generados por la ciudadanía están corriendo los límites y probando que es posible tener datos que sean mejores e inclusivos. El camino por delante no es simplemente tener más datos, sino tener mejores datos: oportunos, comparables, desagregados y enraizados en las realidades de vida de mujeres y niñas.
Llamada a la acción: Cerrar la brecha de datos de género
La UNGA 80 debe ser un punto de inflexión en materia de datos de género. Las prioridades son claras:
- Invertir en sistemas de estadísticas nacionales y globales. En la India, la inversión en encuestas sobre el uso del tiempo llevó a datos que encendieron el debate e impulsaron reformas en torno a la “propiedad del tiempo” de las mujeres que determinaron las políticas sobre el trabajo y el cuidado.
- Reconocer e integrar los datos generados por la ciudadanía en los marcos oficiales, siguiendo el éxito de GROOTS Kenya.
- Priorizar a los grupos más marginados. En América Latina y el Caribe, el Observatorio de Igualdad de Género de ONU Mujeres desagrega datos por edad y etnia, a fin de hacer visible la situación de las mujeres indígenas que antes quedaban excluidas de los debates sobre políticas oficiales.
- Garantizar datos abiertos y accesibles, como la Iniciativa de Datos Abiertos de Kenia, que pone a disposición pública indicadores de género, con lo que permite que la sociedad civil monitoree el progreso a nivel del país y abogue por inversiones.
- Promover el feminismo de datos repensando el poder en la recolección de datos. En Corea del Sur, reiteradas encuestas nacionales sobre las tareas de cuidado no remuneradas subrayaron los desequilibrios de género en el uso del tiempo. Esto sirvió como fuente de información para las reformas que extendieron la licencia parentales y las políticas para alentar la participación de los hombres en el cuidado.
Cuando se hacen inversiones direccionadas, hay resultados. Los datos de género, bien usados, pueden impulsar políticas más inteligentes y resultados más sólidos.
Contar a todas las personas asegura que todas las personas cuentan
Los ODS no pueden tener éxito si no se cierra la brecha de datos de género. Con solo cinco años hasta el 2030, esperar décadas para completar los datos de género no solo es inaceptable, sino que es una traición a la promesa de no dejar a nadie atrás.
Una niña nacida hoy tendrá que esperar mucho más allá que su expectativa de vida para vivir en un mundo de igualdad. La UNGA 80 es un parteaguas: las autoridades deben actuar ahora para garantizar que los sistemas de datos sean inclusivos, abiertos, desagregados y feministas. Sin datos con perspectiva de género, tanto Gobiernos como actores asociados serán incapaces de rastrear el progreso real e identificar a quién se está dejando atrás.