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Mujeres en marcha: movilizaciones feministas por la paz en Colombia 

Escrito en conversación con Shima Pardo, Coordinadora del Programa, La Ruta Pacífica de las Mujeres.

En América Latina, los movimientos feministas continúan desempeñando un papel crucial en la lucha por la paz y la justicia social. En esta serie de artículos, exploramos casos emblemáticos de movilizaciones feministas en la región, destacando sus logros y desafíos. En esta entrega, nos centramos en nuestra integrante de la coalición Ruta Pacífica en Colombia, un ejemplo de cómo la organización y la solidaridad pueden transformar realidades marcadas por la violencia y la desigualdad. Próximamente, analizaremos el caso de la Asociación Generando Equidad, Liderazgo y Oportunidades (ASOGEN) en Guatemala, otra historia de lucha y esperanza.

Ruta Pacífica: un camino de resistencia y transformación en Colombia  

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Istmina, un municipio en el corazón del Chocó, fue testigo de una poderosa movilización de unidad y resistencia. 1.800 mujeres afrodescendientes, indígenas y mestizas se reunieron para una movilización organizada por Ruta Pacífica, una red de más de 300 colectivos de mujeres dedicadas a la paz y la justicia en Colombia. 

La movilización de este año tuvo un significado especial debido al contexto actual. Desde la firma de los acuerdos de paz en 2016 entre el gobierno colombiano y las FARC, se esperaba que la violencia disminuyera. Sin embargo, en regiones como el Chocó, los conflictos armados continúan afectando a las comunidades. Este departamento, rico en biodiversidad y con una ubicación estratégica, ha sido durante mucho tiempo un campo de batalla para grupos armados ilegales como las disidencias de las FARC, el Clan del Golfo y el ELN. Estos grupos imponen su control a través de extorsiones, masacres y desplazamientos forzados, y las mujeres, niñas y niños son las víctimas más vulnerables. 

Además, esta movilización se enmarca en el Plan de Acción para la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, que enfatiza la importancia de la participación de las mujeres en la construcción de la paz y la seguridad. La Resolución 1325, adoptada en el año 2000, llama a los estados miembros a asegurar la representación de las mujeres en todos los niveles de toma de decisiones en los procesos de paz y seguridad. Ruta Pacífica busca eso: que se escuchen las voces de las mujeres y que se protejan y promuevan sus derechos en todo el país. 

La fuerza de una red: organización y coordinación de un comadreo  

Ruta Pacífica es un movimiento feminista compuesto de una vasta red, con representantes en todo el país, lo que facilitó la organización y coordinación de la movilización. Este año decidieron organizar “Un Comadreo Permanente por la Paz”. Más que una simple movilización, el “comadreo” buscaba visibilizar las demandas de las mujeres y llamar la atención sobre las continuas violencias que enfrentan en el Chocó. 

Todas las movilizaciones convocadas por Ruta Pacífica tienen un período de preparación de mínimo un año, y la movilización a Istmina no fue la excepción. Se establecieron diálogos con la institucionalidad local en Istmina y en el departamento del Chocó, informándoles que un grupo de 1,800 mujeres se darían cita en este territorio y se requería la visibilización y protección de toda la comunidad e institucionalidad regional. 

Debido a las largas distancias para desplazarse al Chocó y juntarse todas las mujeres el 8 de marzo, mujeres del departamento de Putumayo – al sur de Colombia – iniciaron el recorrido movilizatorio desde el 5 de marzo. Se juntaron las del departamento del Cauca el 6 de marzo, y así avanzaron hacia el Chocó. Se fueron uniendo las de Valle del Cauca (oeste del país) y Eje Cafetero (norte-este del país), quienes entraron por la zona sur oriental del departamento. El 7 de marzo, llegaron a Quibdó – capital del departamento, donde se realizó una primera parada política y simbólica y se sumaron todas las mujeres que desde Quibdó participarían en la Movilización.  

Cada coordinadora regional de la Ruta Pacífica fue responsable de un grupo de mujeres, a quienes se preparó para entender el sentido de la movilización: “visibilizar la grave situación de derechos humanos en el departamento y la necesidad de paz desde la voz y el sentir de las mujeres”. 

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Marchando hacia la esperanza: desafíos y resiliencia 

Más de 1,200 mujeres llegaron en la noche del 7 de marzo a Istmina, preparándose para la gran jornada del 8 de marzo. Y más de 600 mujeres desde 15 municipios chocoanos se movilizaron desde las 5 de la mañana del 8 de marzo. En total, más de 1,800 mujeres avanzaron en el comadreo permanente.  

Mientras avanzaban, sus pasos resonaban con el eco de sus demandas de paz y justicia. El camino no era fácil; cada kilómetro recorrido estaba cargado de recuerdos amargos de violencia y desplazamiento.  

 

La seguridad era una preocupación constante, ya que el Chocó sigue siendo un territorio peligroso debido a la presencia de grupos armados ilegales. Las mujeres marchaban juntas, moviéndose en grupos grandes y organizados para protegerse mutuamente.

A lo largo del recorrido, la comunidad local mostraba su apoyo desde ventanas y puertas, ofreciendo palabras de aliento y refrescos improvisados. Las participantes, unidas en su diversidad, entonaban cantos de esperanza y solidaridad, demostrando que su lucha no solo era contra la violencia, sino también por la dignidad y el reconocimiento de sus derechos.  

Más allá de los resultados: el poder de la incidencia 

Aunque la movilización no buscaba resultados inmediatos y tangibles, sirvió como una poderosa herramienta de incidencia. Las mujeres hicieron un llamado para garantizar la vida, la libertad y la integridad de todas las mujeres, niñas y niños. Exigieron el cese de los asesinatos de jóvenes y demandaron un respeto profundo por los derechos de las mujeres como sujetas de decisión. Según estadísticas de ONU Mujeres, más de 2 millones de mujeres y niñas en Colombia están expuestas a altos riesgos de violencia de género, con un impacto desproporcionado en las comunidades indígenas y afrodescendientes de la región del Pacífico. Esto subraya la urgencia de su inclusión en los procesos de paz. 

El evento del 8 de marzo fue un recordatorio del poder de la solidaridad y la resistencia de las mujeres en su lucha por un futuro mejor. A través de estas acciones, Ruta Pacífica sigue su misión de transformar la realidad de las mujeres en Colombia, demostrando que la esperanza y la determinación son más fuertes que cualquier conflicto armado. 

Nasaret Pulido C., residente en la capital del país y activista de la Ruta Pacífica desde hace 6 años, fue una de las participantes de la movilización que viajó desde Bogotá con 9 mujeres más y estuvo 24 horas de trayecto en cada recorrido. Comentó que, aunque la distancia y el largo tiempo de estar en un autobús camino a Istmina fue algo desgastante, bien valió la pena hacerlo porque ha sido una de las experiencias más impactantes de su vida. El solo hecho de conocer tantas mujeres de diferentes partes del país, ver sus apuestas simbólicas propias del territorio donde provenían, conocer su resistencia, alegría y resiliencia a pesar de la violencia que padecen no tuvo precio. Hacer parte a una sola voz de manifestar que las mujeres cuando se juntan como las aguas son fuertes, poderosas y no hay nada que las detenga para exigir su derecho a vivir libres, felices y sin ningún tipo de violencias. Agrega que estar en el territorio chocoano es lo más bello que ha experimentado por la belleza de su gente, la alegría de las mujeres y niñas, sus ojos felices así tengan en su interior alguna tristeza. Una y mil veces Nasaret volvería a estar en una movilización de Ruta Pacífica para gritar que “La Paz es Imparable” para todas y todos. 

La movilización de Ruta Pacífica en Colombia demuestra la fuerza y resiliencia de las mujeres en su lucha por la paz y la justicia social. A través de la solidaridad y la organización, estas mujeres han creado un movimiento poderoso que sigue desafiando la violencia y la opresión. Esta historia de esperanza y determinación es solo una parte del esfuerzo colectivo. En otra pieza, exploraremos la labor de ASOGEN, otra integrante de la coalición, en su lucha contra la violencia de género en Guatemala. 

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