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No hay justicia climática sin justicia de género.

¿Podemos atacar las desigualdades de género estructurales antes de que el cambio climático las amplifique?

Este año, Pakistán llegó a unos 51 grados centígrados abrasadores; meses más tarde, un tercio del país estaba bajo el agua. Ambos hechos batieron récords, ambos probablemente se vieron amplificados por el cambio climático y ambos afectaron a las mujeres y otras comunidades marginadas de una forma única y desproporcionada. ¿Esta es la nueva normalidad?

Si bien hay grandes brechas de datos en lo que concierne a la relación entre cambio climático y desigualdad de género, sí sabemos que los desastres naturales no son neutrales en cuanto al género y lo sabemos desde hace décadas.

Tras el tsunami de 2004 en el océano Índico, los varones sobrevivientes de Sri Lanka, Indonesia y la India superaron a las mujeres sobrevivientes en 3:1. Entre las mujeres indias que sobrevivieron, casi 9 de cada 10 sufrieron violencia física en los siguientes dos años.

Vimos la misma tendencia un par de años después en Estados Unidos, cuando los índices de violencia doméstica se dispararon tras el huracán Katrina y se mantuvieron elevados durante dos años.

Ciclones en Mozambique  y sequías en el Cuerno de África han causado aumentos similares en la mutilación genital femenina y en los matrimonios precoces. Aun antes del comienzo de las crisis, los derechos de salud sexual y reproductiva (DSSR) están entre los derechos que reciben menor prioridad en muchos países y el acceso universal se vuelve aún más dificultoso en épocas de cambio climático y desastres climáticos.

¿Por qué las mujeres y las niñas son tan vulnerables al cambio climático?

Las personas que viven varias formas de discriminación entrecruzadas, por su género, etnia, casta, raza, discapacidad o condición de migrantes, son extremadamente vulnerables en el contexto de cambio climático, mayormente porque son las más vulnerables de la sociedad en general.

Este es el peligro del cambio climático: es un multiplicador de amenazas y tal vez sea “el multiplicador de amenazas más importante para mujeres y niñas” según la relatora especial de la ONU sobre violencia contra las mujeres y niñas.

Esta vulnerabilidad tiene sus raíces en una red interconectada y sistémica de factores sociales, culturales y económicos. Dichos factores incluyen acceso limitado a redes de seguridad social, autonomía, movilidad, recursos y justicia, junto con tasas más altas de pobreza, carga de las tareas de cuidado, dependencia de recursos naturales (en disminución) y exposición a la violencia, la explotación y el desplazamiento.

Muchas de las desigualdades enfrentadas por mujeres y niñas como resultado de la crisis climática no serán nuevas, solo se verán intensificadas y multiplicadas.

Consideremos a las niñas del mundo que hoy deben ir a buscar agua para su familia. ¿Qué les pasará cuando las fuentes de agua se sequen debido a las temperaturas cada vez más altas?

Deberán caminar más. Se perderán más horas de clase; tal vez tengan que dejar la escuela por completo. El hecho de tener que ir más lejos las expondrá a mayores riesgos de encuentros violentos en el camino. Algunas ni siquiera tendrán la opción de tener que caminar más. Todas las fuentes de agua habrán desaparecido, y se verán obligadas a ofrecer favores sexuales a cambio del acceso al agua. Otras caminarán más, y su salud sufrirá las consecuencias. Y otras enfrentarán las implicancias sanitarias de beber agua que no es tan limpia. Algunas familias intentarán evitar que este sea el destino para sus hijas y las entregarán a un matrimonio forzado.

En este escenario, los riesgos que estas niñas enfrentan no son nuevos; solo están más expuestas a ellos. Nuestro trabajo es abordar estas amenazas antes de que se amplifiquen y se multipliquen.

¿Podemos crear una nueva normalidad?

Estudios preliminares llevados a cabo recientemente por ARROW en asociación con ONU Mujeres mostraron que el panorama en materia de políticas de género, cambio climático y reducción de riesgo de desastres es diverso y está concentrado en el abordaje verticalista consistente en dirigir desde arriba la acción con perspectiva de género.

En los marcos nacionales de políticas, cuestiones de género fundamentales como la salud sexual y reproductiva, la discapacidad y la violencia de género suelen omitirse en los procesos de planeamiento o sacrificarse en pos de prioridades contrapuestas.

Las políticas climáticas suelen ignorar la realidad que viven las personas y no están respaldadas por incidencia basada en pruebas e investigaciones en profundidad sobre género. Los análisis sobre género y DSSR por lo tanto suelen estar ausentes de estas estrategias.

Este año, necesitamos que las delegaciones que se reúnen en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) entiendan que los impactos de género ya están afectando a mujeres de todo el mundo y hace décadas que lo vienen haciendo.

Necesitamos que se escuchen sus historias, y necesitamos que las cuenten las mujeres y las niñas que más cerca están de estas cuestiones en todas sus diversidades y sus experiencias particulares.


Necesitamos que se actúe ahora y, más específicamente, necesitamos que los estados y quienes toman decisiones:

– evalúen los marcos de políticas de género y cambio climático para habilitar la participación de la sociedad civil en todos los niveles

– atiendan las necesidades de conocimiento técnico para diseñar acciones climáticas con perspectiva de género transformadoras y específicas

– establezcan un marco nacional para el monitoreo y la evaluación (MyE) de la adaptación al cambio climático para fortalecer la acción programática transversales y con perspectiva de género.

Para generar soluciones verdaderamente sostenibles a las cuestiones relacionadas con el clima, necesitamos un marco de justicia climática informado y liderado por los grupos más vulnerables al clima en la sociedad. Este marco no puede tener éxito si los estados no atacan los factores estructurales y sistémicos que exacerban la desigualdad de género y aumentan la vulnerabilidad, lo cual incluye revocar y abolir prácticas y políticas discriminatorias.


* Este artículo fue escrito originalmente en inglés y, como tal, algunos de los artículos referenciados en los enlaces están en inglés.

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