Contar periodos, medir progreso: por qué la salud menstrual debe estar en la agenda mundial de datos
La menstruación es una realidad universal. Sin embargo, la salud menstrual sigue siendo uno de los aspectos menos comprendidos y menos medidos de la igualdad de género. En todo el mundo, millones de mujeres y niñas aún carecen de los medios básicos y la dignidad para gestionar sus periodos de forma segura. Sin datos, las desigualdades que enfrentan permanecen ocultas.
La salud menstrual incide en si las niñas permanecen en la escuela, en si las mujeres pueden trabajar, en si las sociedades reconocen necesidades diferenciadas por género y en demás cuestiones. Pese a ello, menos de la mitad de los países recopilan datos nacionales sobre menstruación. Este punto ciego hace de la inequidad menstrual una de las barreras más persistentes e invisibles para la igualdad.
Cuando faltan datos sobre salud menstrual, las consecuencias son inmediatas y de gran alcance: quienes definen políticas no pueden presupuestar instalaciones que no pueden medir; las personas donantes a menudo pasan por alto la salud menstrual en los programas de educación y saneamiento; y quienes realizan actividades de incidencia se quedan sin pruebas suficientes para presionar. La invisibilidad en los datos se convierte en invisibilidad en las políticas, y el progreso se estanca antes de empezar.
El informe de UNICEF «Estado Mundial de la Infancia 2023» pone estas brechas en perspectiva: una de cada cuatro mujeres y niñas aún carece de instalaciones adecuadas para la higiene menstrual en el hogar. Los datos existentes muestran cómo el estigma, la pobreza y la infraestructura deficiente se combinan para excluir a las niñas de la escuela o limitar la participación de las mujeres en el trabajo. No obstante, en demasiados países, simplemente no existen pruebas similares, lo que deja a las y los responsables de formular políticas sin una imagen completa de cómo la inequidad menstrual frena la igualdad de género.
Dónde existen datos y dónde no
Cuando hay datos disponibles sobre salud menstrual, estos cuentan una historia mixta. Las Encuestas de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS, por sus siglas en inglés) de UNICEF y las Encuestas Demográficas y de Salud (DHS) recopilan información sobre acceso a productos limpios, instalaciones seguras y privacidad en la escuela o en el trabajo, elementos esenciales de la gestión de la higiene menstrual.
Los análisis de estos conjuntos de datos muestran que sólo alrededor del 37 % de las adolescentes en África Subsahariana tienen un lugar privado en la escuela para cambiarse los productos menstruales. En cambio, en Asia oriental y sudoriental, donde la inversión dirigida a instalaciones de agua, saneamiento e higiene escolares ha mejorado el acceso, esa cifra supera el 80 %. Esto demuestra que el progreso es posible con inversión focalizada; sin embargo, la inversión no ocurre a menos que quienes realizan actividades de incidencia cuenten con pruebas suficientes para presentar el caso ante las y los donantes y quienes formulan políticas.
Menos de 50 países han recopilado alguna vez información a nivel nacional sobre higiene menstrual, y aún menos discriminan esa información en función de la ubicación, ingreso o discapacidad. Sin estos análisis interseccionales, las desigualdades permanecen ocultas, y los recursos no pueden dirigirse de forma efectiva.
Los estudios que han adoptado este enfoque interseccional han revelado que, en los hogares sin saneamiento básico, las niñas tienen 1,7 veces más probabilidades de faltar a la escuela durante la menstruación; las mujeres con discapacidad tienen el doble de probabilidades de carecer de instalaciones privadas en el hogar; y, en los asentamientos informales de Kenia, una de cada tres adolescentes declara usar materiales inseguros, como tela o papel, porque no puede costear productos adecuados. Estos datos son clave para asegurar políticas e inversiones que alcancen a las personas más vulnerables.
Otro problema es que la menstruación suele abordarse sólo dentro de los planes de agua, saneamiento o educación, lo que debilita la rendición de cuentas: según una revisión global realizada por WaterAid, el Burnet Institute y la Universidad de Columbia, menos de 30 países cuentan con políticas específicas de salud menstrual. Y, a menudo, se la olvida incluso dentro de esos ámbitos, pues, pese a que la salud menstrual se vincula directamente con metas globales de salud, educación e igualdad de género, todavía está ausente de los indicadores oficiales de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta brecha refleja la ausencia más amplia de datos de género en los informes globales y limita la capacidad del mundo para medir el progreso real.
Políticas en práctica
Países de todo el mundo están demostrando que la equidad menstrual es alcanzable cuando el compromiso político se encuentra con la demanda pública.
En 2020, Escocia se convirtió en el primer país en garantizar el acceso gratuito a productos para la menstruación mediante la Ley de Productos para la Menstruación (Suministro Gratuito) —Period Products (Free Provision) Act—. La ley asegura que escuelas y autoridades locales pongan a disposición toallas femeninas, tampones y productos reutilizables para quien los necesite. Se la elogia ampliamente como un modelo de política basada en derechos y ha inspirado esfuerzos similares en otras partes del mundo. Sin embargo, el progreso es más difícil de medir, porque los datos menstruales se recopilan para todo el Reino Unido, pese a que la política sanitaria es una competencia descentralizada. Si bien la situación puede estar mejorando en Escocia, es más difícil medirlo sin datos desagregados: Plan International sólo indica que una de cada diez niñas en el Reino Unido aún falta a la escuela porque no puede pagar o acceder a estos productos. La experiencia escocesa demuestra cómo el liderazgo nacional, acompañado de datos desagregados, puede ayudar a convertir leyes progresistas en progreso sostenido.
Kenia también ha dado pasos importantes. El Programa de Toallas Sanitarias Gratuitas (Free Sanitary Towels Programme), lanzado en 2017, buscó proporcionar toallas a niñas en edad escolar en todo el país. Según datos recogidos de las MICS de 2019, casi la mitad de las adolescentes ahora cuenta con lo necesario para gestionar su menstruación de forma segura. Esto constituye un hito significativo en un país que ha reconocido abiertamente la salud menstrual como un asunto público. Sin embargo, las niñas que viven en zonas rurales, las que habitan en asentamientos informales y las niñas con discapacidad siguen siendo las menos atendidas. Los problemas de suministro, la financiación insuficiente y el estigma en las escuelas han limitado el alcance del programa. La experiencia de Kenia muestra cómo el progreso se construye cuando se combinan política, liderazgo comunitario y datos, pero también que se requiere inversión sostenida para llegar a cada niña.
Contar lo que importa
La salud menstrual continúa siendo insuficientemente medida, financiada y valorada. Los sistemas de monitoreo global la pasan por alto, y los datos existentes suelen estar desactualizados o incompletos. La invisibilidad de las experiencias menstruales —desde las niñas que faltan a la escuela en zonas rurales de Kenia hasta las brechas de implementación en países con políticas progresistas— refleja una inequidad más profunda acerca de quién cuenta y quién es contada.
Para cerrar la brecha, tanto los gobiernos como las personas donantes y quienes realizan actividades de incidencia deberían llevar a cabo lo siguiente:
- Integrar indicadores de salud menstrual en los reportes nacionales y globales.
- Financiar a las oficinas de estadística para incluir la salud menstrual en las encuestas existentes.
- Reconocer y apoyar las iniciativas de datos de base comunitaria.
- Afirmar la salud menstrual como una cuestión de dignidad, igualdad y derechos humanos.
La equidad menstrual no trata sólo de acceso a toallas femeninas o productos específicos. Se trata de equidad, visibilidad y respeto. La igualdad de género no podrá realizarse hasta que la realidad vivida de cada mujer y niña sea visible en los datos.